Hoy he leído un comentario sobre la película La Sociedad de la Nieve.

 

Y, como la he visto, puedo opinar.

 

Aunque no sea crítico de cine.

 

Pero si soy ser humano y como tal, tengo emociones.

 

Soy humano, no pedrusco.

 

 

 

Vaya por delante que creo que el trabajo de crítico de cine es cojonudo porque digas lo que digas, nunca te equivocas.

 

Sólo expresan una opinión.

 

Y ya sabemos que en este país hay tantas opiniones como bares.

 

Es como ser el hombre del tiempo.

 

O la mujer.

 

Mañana nos espera un día con nubles y claros y con posibilidad de lluvia.

 

¡Claro, hombre!

 

Has dicho en una única frase todo lo que puede ocurrir mañana.

 

Así no te equivocas.

 

 

 

 

 

En ese comentario, escrito por una mujer, se decía que los supervivientes, la mayoría hombres, en la película, no expresan sus emociones.

 

Hasta hay gente (y no es broma, lo he leído en un artículo) que dice que la película es un asco porque tenía que haber el mismo número de supervivientes hombres y mujeres.

 

¡No puede ser…!

 

¡Es imposible que una persona, que se supone que somos seres inteligentes, haya podido decir…eso!

 

 

Bueno, no pasa nada, tiene que haber de todo, gente con más neuronas que personas en un concierto de U2 y gente con un cerebro con más eco que la cueva de Batman.

 

De hecho, yo añado que en el avión debían haber ido, no ya 50 personas, sino 500.

 

Para cumplir con todos los cupos imaginables.

 

Porque ya puestos a decir gilipolleces, yo también me apunto.

 

 

 

Veamos.

 

 

 

La película es un asco porque:

 

No iban el mismo número de blancos y negros.

 

No iban el mismo número de niños y niñas.

 

 

 

 

 

No iban el mismo número de vegetarianos y no vegetarianos.

 

No iban el mismo número de seres humanos que opinan que las chinchetas pinchan y otros que no.

 

No iban el mismo número de tíos y tías que dicen que la tierra es plana y otras que es redonda y que, por eso, se inventó el fútbol.

 

 

Y podríamos seguir así hasta que se acabara la tinta de este texto.

 

O sea, nunca.

 

 

Vuelvo al tema.

 

 

 

E insisto, como he visto la película, puedo opinar.

 

 

 

 

 

Y opino que la peña se complica mucho la vida cuando ve una película.

 

Bueno, en general, se la complica con todo.

 

Que si no expresan las emociones…

 

Que si el director no ha sabido captar la esencia de la teoría de la razón pura de Kant…

 

 

 

 

Pero vamos a ver…

 

 

 

No sé a ti, pero yo cuando veo una película, la opinión que voy a tener es si me ha emocionado.

 

Riendo.

 

Llorando.

 

Pasando miedo.

 

O acordándome del árbol genealógico del malo de la película empezando por su madre.

 

 

 

Si empiezo la película con un paquete lleno de kleenex y termino la película con un paquete vacío de kleenex, es que es una película muy buena.

 

O sea, co-jo-nu-da.

 

Si no la has visto, no sigas leyendo porque en la siguiente frase, va información sobre ella.

 

Ojo, información, no spoiler.

 

Que estamos como locos por meter palabras yanquis.

 

Bueno, pues eso es lo que me paso con la escena en la que Numa Turcatti muere.

 

Llorar no llore porque me cuesta pero acabé con la cabeza con más presión que la marmita de Panoramix que es lo que pasa cuando quieres llorar pero no lloras.

 

 

 

Punto.

 

 

También pillé en la tele la última de Batman.

 

La que protagoniza el actor de Crepúsculo.

 

Y me pareció malísima.

 

¿Porqué?

 

Porque no noté ninguna diferencia entre verla y leer el último libro de Pedro Sánchez.

 

Encefalograma plano.

 

Piiiiiiiiiiii….

 

Pero si no has leído su libro…

 

Ya.

 

Tampoco me hace falta ir a Australia para saber que allí hay canguros.

 

 

 

Bueno, ¿y que tiene que ver esto con la Fosa de las Marianas?

 

Pues que muchas veces los críticos cuando opinan de una película quieren parecer muy profundos, filosóficos.

 

¿Quieres profundidad…?

Pues pásate por la Fosa de las Marianas.

 

Ahí vas a tener profundidad para aburrir.

 

 

 

 

Y como consejo personal…

 

Que hagas las cosas fáciles.

 

Elige la autopista, no el puerto de mañana.

 

Salvo que quieras disfrutar de las vistas.

 

 

 

 

Exprime el día.

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